SUPERAR LA DEPRESIÓN SIN FÁRMACOS
¿Estarías de acuerdo si te digo que la depresión NO es una enfermedad? La depresión es una DECISIÓN.
Cuando nos ocurre algún infortunio, como la pérdida de un ser querido, una ruptura de pareja o la despedida de un trabajo, es muy normal estar triste durante un tiempo. Es normal y necesario: en psicología se dice que, ante cualquier pérdida, es necesario “elaborar el duelo”. Esto significa “atravesar ese dolor” para poder superarlo y crecer a partir de él. Es decir, durante un tiempo, podemos, e incluso, debemos permitirnos llorar, desahogarnos con personas que nos apoyen y arropen, incluso dejar temporalmente de hacer cosas… Por ejemplo, si fallece un familiar cercano, durante un tiempo seguramente que no nos apetezca salir de fiesta, y si lo hiciéramos, nos sentiríamos aún peor, incluso con sentimientos de culpa…
A menudo, cuando estamos tristes empleamos la frase “estoy depresivo/a”. Sin embargo, para diagnosticar la depresión no sólo es necesario “estar tristes” durante un tiempo, sino al menos seis meses. Pero lo más importante para diagnosticar la depresión no es la tristeza, sino la “renuncia”. Se diagnostica la depresión cuando la persona “tira la toalla”, es decir, cuando nos rendimos y “renunciamos a la vida”. Y eso es una decisión. No tenemos la culpa de que algo doloroso nos ocurra y estemos tristes por ello, pero tenemos que decidir qué hacer con lo que nos ocurre. Tenemos dos opciones: lo afrontamos o nos rendimos. Y ésa es la decisión que determina si crecemos a partir de la adversidad, o por el contrario, nos hundimos y sumergimos en la depresión.
PRIMERO, VIVIR EL DUELO
Imaginemos que tenemos pareja y que ésta nos abandona. Por supuesto sentiremos dolor por ello, y durante unas semanas o meses, dependiendo del caso, no tendremos ganas de nada: bajo apetito, nada de ganas de arreglarnos, ni de estudiar, ni trabajar, ni pasear… Y quizás lo único que nos apetece es lamentarnos y desahogarnos con ese amigo/a que tiene la infinita paciencia de escuchar por enésima vez la misma historia de “¿por qué me habrá dejado?”. Si nos instalamos en ese estado de apatía, cada vez estaremos más tristes. Y si nuestro cerebro está triste, no generará ganas de hacer cosas, y potenciará aún más esa apatía. Pues bien, durante dos o tres semanas podemos permitirnos expresar nuestro dolor y vivir ese duelo. A partir de la tercera semana (o antes si la persona lo desea) es momento de DECIDIR “empezar a ponerse en marcha”.
DESPUÉS, DECIDIR QUÉ HACER CON LO OCURRIDO
Dependiendo de qué te haya ocurrido, vas a necesitar más o menos tiempo de duelo. Quizás ni siquiera te haya ocurrido nada, pero te sientes triste y sin ganas de nada y te has acostumbrado a vivir así. Bueno, más que vivir, “sobrevivir”, porque te vas apagando y renunciando a la vida. Como dice Goethe: “La renuncia es un suicidio cotidiano”.
Tal vez, para sobrellevar este estado, has decidido tomar antidepresivos. Y entonces, cada vez que pongas una pastilla en tu lengua le recordarás a tu cerebro “tengo depresión”. O quizás te sientes más querido/a o atendido/a por los demás, que, con la mejor de las intenciones te preguntan: “¿Cómo estás?”. Y, claro, si todos saben que “tienes depresión”, te comportas como tal: quizás no te arreglas, no te cuidas, no vas al gimnasio como antes, ya no cuentas chistes ni haces bromas como antes… y cada vez tienes menos y menos ganas de hacer nada. Y la “renuncia” se hace cada vez más fuerte. Y tu vida se hace cada vez más débil.
Si DECIDES superar la depresión tienes que dejar de hablar como una depresivo/a. Diles cuando te pregunten que ya lo estás resolviendo, y así no te preguntarán y te irás sintiendo “más fuerte”. Deberás hacer cada día una pequeña cosa que te recuerde que tienes vida: algo que quizás has dejado de hacer: arreglarte, dar un paseo, salir a desayunar fuera, retomar las clases de baile… se trata de cualquier pequeña acción. Y además, y aquí está lo más difícil: tienes que hacerlo sin ganas. Porque sé que no tienes ganas. La acción es el mejor antidepresivo. Porque tu cerebro va a empezar a segregar sustancias diferentes, por sí mismo, similares a las que generan los antidepresivos. Y al cabo de una o dos semanas llevando a cabo una pequeña acción diaria, tu cerebro ya no cree que está depresivo, y ha recuperado las ganas de hacer cosas. Ha recuperado las ganas de “vivir”…
¿Te decides?
Mónica Ferrera, psicóloga y psicoterapeuta.